El Imperio Bizantino (Etapa inicial del Imperio Romano de Oriente) fue un Imperio cristiano medieval de cultura griega que habitaba todo el mar Mediterráneo pero al pasar de los años tuvo reducciones territoriales hasta su caida en 1453.
Tras
la abdicación de Diocleciano, el sistema perdió su vigencia, y se abrió un
período de guerras civiles que no concluyó hasta 324, cuando Constantino unificó ambas partes del Imperio.
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Busto de Constantino I |
La
nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable
situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas
comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue
también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue
incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada
por el emperador Teodosio I religión oficial del Imperio.
A la muerte del emperador Teodosio, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Honorio, su hijo mayor, heredó la mitad occidental, con capital en Roma, mientras que a su otro hijo Arcadio le correspondió la oriental, con capital en Constantinopla. Es en este momento en donde empieza la verdadera historia del imperio.
En el mandato de Teodosio II, la ciudad de Constantinopla reforzó sus murallas haciendo que fuera impenetrable e imposible de invadir. Esto y su sólida organización son las causas por la cuales el imperio se mantuviera más de mil años. El emperador era la cabeza del imperio y en él se concentraba todos los poderes: dirigía el ejército, administraba y era el jefe religioso.
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Ciudad de Constantinopla |
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